Un K.O de Death Metal Técnico
Arrancó temprano y terminó muy tarde. Como esas veladas de box en las que los de “semifondo” amenizan la espera del gran combate.
Se fue llenando de a poco el Uniclub de Abasto. Descarnado, los brutales deathmetaleros Victimario y los Grindcore Sotana o La Familia Cianciarulo del Sr Flavio, Sr. Bajista de los Cadillacs, en plan metal extremo y al palo dejaron las tablas en ascuas en la semana previa a las Pascuas.
Si las Pascuas remiten al Creador, Beyond Creation está Mas Allá de la Creación, traducción literal aparte. Los canadienses, liderados en voz y guitarra por el versátil y demoledor Simon Gerard no dan respiro, más allá de los rebajes propios del género. Un magma en latencia constante que ni cuando se internan en climas progresivos dan la sensación de sacar el pie del acelerador.
“Algorhytm” último trabajo de los oriundos de Quebec domina la generosa lista. Sí, generosa aunque tan solo ofrezcan diez temas. “Entre suffrage et mirage” nos acomoda y nos hace plantar en tiempo y espacio. No es un “cortito” pero es el primer golpe hasta que madure el K.O.
Se van sucediendo, como manos que llegan a destino, golpe a golpe, Surface’s Echoes, Ethereal Kingdom y el esperado Algorythm. Promedia la velada y la clase magistral de death metal técnico y progresivo es un hecho consumado. Debajo hay pogo, golpes y celebración, algún que otro celebratorio mosh mientras los fotógrafos intentan esquivar cual eternos Nicolinos Locche a los pocos enfervorizados que allí abajo no se guardan nada.
Maduraba el K.O. y llegó al cuenta de diez. El profesionalismo, el virtuosismo y la calidad del vocalista, los guitarristas y el baijsta, todos sin clavijero como rasgo visual distintivo, y un batero que cabalgó al galope del doble bombo coronaron la faena y le dejaron la vara más que alta a los encargados de cerrar la contienda.
Exhumed, con el pequeño gran Matt Harvey al frente, comenzó a golpear sin descanso. Una sucesión de mandobles cargados de grindcore y gore girad, letras que aluden a cadáveres, sangre, muerte y destrucción.
Norteamericanos, surgidos en los ya lejanos 1990, rápidos y furiosos, los “goregrindcoreros“
desataron la fiesta que los fanáticos habían ido a buscar. El cuarteto aterrizó en Argentina con su “Death Revenge” bajo el brazo y duplicaron en rounds o temas a sus antecesores. Suena lógico ya que el género amerita rapidez, el palo y a la bolsa.
Una veintena de canciones con killer member incluido y símil motosierra extasiaron a los presentes que bien entrada la medianoche ganaban las lúgubres calles del Abasto pletóricos de un infierno encantador que los aleja más del cielo, también.